EL TRASTORNO
LÍMITE DE LA PERSONALIDAD
Patología de la personalidad tan frecuente como
devastadora, y tan poco conocida como mal
tratada. Es, seguramente, uno de los problemas
clínicos más graves que se pueden sufrir, sobre
todo en sus formas más puras (recordemos que,
como ya hemos dicho, los trastornos de la
personalidad se mezclan unos con otros haciendo
diferentes combinaciones) y de mayor magnitud.
Las
personas con trastorno límite no están “entre la neurosis y la
psicosis”, como antes se decía. Tampoco son personas con inteligencia
límite, que es algo que no tiene nada que ver. El trastorno límite se
basa en la inestabilidad en diferentes ámbitos, sobre todo en el
afectivo y el interpersonal.
La
inestabilidad afectiva se produce en forma de cambios de ánimo muy
notables y, sobre todo, muy exagerados. Es como si estas personas
tuvieran un “amplificador” en su sistema emocional, de manera que todo
lo viven a lo bruto, especialmente todo lo malo, porque esta
inestabilidad o variabilidad tan acusada rara vez se da con alegrías y
euforia –aunque tampoco son descartables breves momentos así-, sino que
son, más bien, tránsitos repentinos y muy intensos de una relativa calma
a una ira brutal, o a un hundimiento descomunal, o a una desesperación
muy drástica.
Estas
emociones tan variables, provocadas generalmente por conflictos con
otras personas o por percepciones de ser poco queridos, pueden llegar a
puntos muy extremos. La esencia del trastorno límite es la sensación de
vacío propia de sentirse rechazado y poco querido por los demás,
sensación a veces no fundada en la realidad pero que se tiene por un
hambre afectiva muy voraz, en línea con el “amplificador” que
comentábamos, por la que toda atención y toda muestra positiva de cariño
parece escasa. La ira motivada por estas percepciones puede llegar a
explosiones de irritabilidad, a romper cosas, pegarse con alguien o
amenazar; el desánimo y la mala relación del sujeto consigo mismo a intentos de
suicidio, autolesiones, compensaciones de sufrimiento (drogas, sexo
compulsivo, etc.) o comportamientos que se llevan a cabo sin tener en
cuenta las consecuencias, como si en el fondo casi fuera mejor morirse
para evitar seguir sufriendo.
La
inestabilidad interpersonal transcurre paralela a la anteriormente
expuesta, de manera que, guiado por esa hambre afectiva, el sujeto con
trastorno límite de la personalidad puede idealizar y engancharse mucho
a algunas personas, a las que considerará sus salvadoras. No obstante,
su capacidad para sentirse decepcionado y su vulnerabilidad son tan
grandes que reaccionará con mucha intensidad en caso de sentirse
rechazado. Puede existir realmente dicho rechazo, aunque sea leve, pero
muchas veces se trata de rechazos imaginados. Por ejemplo, si un límite
se engancha de un amigo y le llama por teléfono cuando va a salir de
casa, puede enfadarse mucho si dicho amigo le dice que no le puede
atender en ese momento, por considerar que es otra persona que la está
abandonando. Esto produce la inestabilidad interpersonal que
comentábamos, ya que así es complicado que se mantenga una
relación con otras personas. Recordemos que, por ese amplificador, las
demostraciones de ira o autorreproches que tendrá la persona con trastorno límite serán
espectaculares, con el consiguiente espanto y huida por parte del
entorno.
A veces se dan manifestaciones
distintas de esta patología, a las que podríamos llamar "internalizantes"
y "externalizantes". Muy brevemente, las primeras serían las de los
individuos que no son conflictivos, que no vuelcan su ira hacia los
demás pero que lo hacen de manera despiadada consigo mismos. Son los que
tienen más riesgo de suicidio y/o de autolesiones, porque se
autodesprecian hasta límites insospechados. Los segundos, los "externalizantes",
son personas que reaccionan de forma airada cuando detectan rechazos o
abandonos. Aunque también vean muy mermada su autoestima o puedan
sentirse culpables, proyectan en los individuos que están produciendo el
desengaño toda su rabia e ira. Estos sujetos suelen meterse en peleas,
chillar, montar "escenas", etc.
A continuación, reproducimos
literalmente los criterios diagnósticos de la clasificación DSM-IV-TR
sobre el trastorno límite de la personalidad:
A.
Un patrón general de inestabilidad en las relaciones
interpersonales, en la imagen de uno mismo y en la afectividad y una
notable impulsividad, que comienzan al principio de la edad adulta y se
dan en diversos contextos, tal como lo indican cinco (o más) de los
siguientes items:
(1)
impulsividad en al menos dos áreas, que puede ser potencialmente
peligrosa para el sujeto (p. ej., gastos, sexo, conducción temeraria,
abuso de sustancias psicoactivas, atracones, etc.)
(2)
ira inapropiada e intensa o dificultades para controlarla
(3)
inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del
estado de ánimo
(4)
ideas paranoides transitorias relacionadas con el estrés o
síntomas disociativos graves
(5)
alteración de la identidad: imagen o sentido de sí mismo
inestable de forma acusada o persistente
(6)
un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas
caracterizado por alternar entre los extremos de idealización y
devaluación
(7)
esfuerzos titánicos para evitar un abandono real o imaginario
(8)
amenazas, gestos o conductas suicidas recurrentes o
comportamientos de automutilación
(9) sensaciones crónicas de vacío
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